La Argentina está en un punto de inflexión. Recuperar las empresas del Estado y fortalecer las economías regionales no solo es un acto de justicia histórica, sino una estrategia fundamental para construir una nación soberana. Estas empresas son clave para generar empleo, garantizar servicios esenciales y fomentar el desarrollo económico en todo el territorio. Sin ellas, es imposible pensar en un futuro sustentable para el país.
Además, debemos reindustrializar la Argentina. Esto no es solo un objetivo económico, es un compromiso con nuestra identidad como nación productiva y con la dignidad de quienes trabajan. El Estado debe ser el principal promotor de esta transformación, orientando recursos y políticas hacia la creación de una economía que produzca con lo propio y deje de depender de intereses extranjeros.
En este contexto, es imprescindible construir un plan de gobierno que surja desde el pueblo y con el pueblo como protagonista. No podemos delegar esta responsabilidad en sectores que históricamente han defendido intereses ajenos al bienestar común. Un plan que contenga a todos los sectores, sin sectarismos ni exclusiones, y que priorice los valores humanistas y cristianos de solidaridad, justicia y respeto por la dignidad humana.
Argentina cuenta con recursos naturales invaluables y tierras fértiles. Con planificación y voluntad, podemos terminar con el hambre y garantizar que todas y todos tengan acceso a una vida digna. Pero para lograrlo, debemos proteger nuestros bienes comunes, como el agua potable y los suelos, de la avaricia del modelo capitalista que solo busca explotar y saquear. El desarrollo sustentable debe ser una prioridad absoluta, no solo para esta generación, sino para las que vendrán.
La dependencia de intereses extranjeros ha hipotecado el futuro de generaciones. Hoy, más que nunca, es imprescindible diseñar un plan nacional que surja desde las entrañas mismas del pueblo, con inclusión, solidaridad y respeto por los recursos naturales que nos pertenecen. La construcción de una economía sustentable, que priorice a las y los trabajadores, debe ser el horizonte de esta transformación.
Esta construcción no será posible sin un esfuerzo colectivo. Las y los jóvenes, que son el futuro de nuestra patria, y las y los jubilados, que merecen respeto y una vida digna, deben estar en el centro de este proyecto. Todos los sectores tienen un rol que jugar en este camino hacia una Argentina que priorice el bienestar colectivo y ponga al pueblo en el lugar que le corresponde: como protagonista de su destino.
El desafío es inmenso, pero también lo es la esperanza. Con unidad y compromiso, la Argentina puede recuperar su destino y consolidarse como una nación soberana, productiva y solidaria. El tiempo de actuar es ahora. El futuro de nuestro país no puede esperar más. Es tiempo de actuar con responsabilidad, compromiso y unidad. La Argentina que soñamos está en nuestras manos.