El 10 de noviembre, Día de la Tradición, en honor a José Hernández y a su creación emblemática, Martín Fierro, debería ser una fecha que despierte en nosotros el valor de nuestras raíces, un reflejo de la identidad argentina que abarca mucho más que un solo día en el calendario. Sin embargo, durante las últimas décadas, la globalización ha traído consigo un bombardeo constante de influencias extranjeras, especialmente de Estados Unidos, que opacan nuestras propias costumbres. Esto ha impactado fuertemente en las y los jóvenes, quienes, en muchos casos, están más familiarizados con celebraciones como Halloween que con el valor y la profundidad de nuestra herencia cultural.
Recuperar el ser argentino implica reconocer y valorar las costumbres que nos han formado, desde la música de nuestro folclore, el tango que expresa el sentir porteño y rioplatense, hasta los relatos de vida y trabajo del gaucho. Estos símbolos y expresiones no son solo parte de nuestro pasado; representan una manera de entender la vida, una forma de resistir y actuar colectivamente, de convivir con nuestro entorno y de contar nuestra historia a través de los siglos.
Hoy, más que nunca, es fundamental transmitir este amor y respeto por lo nuestro a las nuevas generaciones. El tango, la milonga, el asado, el mate y las leyendas gauchescas son piezas vivas que nos invitan a celebrar la esencia de nuestra cultura, a reforzar un sentido de pertenencia y a sentir orgullo de quienes somos como argentinos. Fortalecer nuestras tradiciones es también una manera de reafirmar nuestra dignidad como pueblo, de reconocernos y recordarnos que, en un mundo globalizado, cada pueblo necesita proteger sus propias raíces para no perderse en la corriente.
Es preocupante que Halloween y otras celebraciones extranjeras ganen terreno, mientras que nuestras propias tradiciones se relegan a eventos esporádicos o se ven como antiguas. Aunque parezca una moda pasajera, este fenómeno revela una batalla cultural que estamos perdiendo. Debemos dejar de idolatrar lo que viene de EE. UU. y en cambio, fortalecer lo propio, lo que nace de nuestra historia y cultura. Los que gobiernan tienen en sus manos la responsabilidad de promover políticas que valoren nuestras tradiciones y apoyen la educación cultural desde la escuela y las instituciones.
Si no hacemos este esfuerzo consciente, veremos cómo, poco a poco, se diluye nuestra identidad. Que este Día de la Tradición nos invite a reflexionar y a tomar un compromiso: el de defender nuestra cultura para nosotros y las futuras generaciones.