Para el régimen de Javier Milei, despedir a trabajadores y trabajadoras con años de servicio y una profesionalidad comprobada significa ahorrar dinero. Pero no dimensionan el daño que causan a la sociedad ni a las familias afectadas.
Cuando una persona pierde su empleo, no solo se ve afectada su economía personal, sino también su dignidad, sus sueños y su capacidad de contribuir al bienestar colectivo. Cada trabajador despedido representa una historia de esfuerzo, dedicación y conocimiento acumulado a lo largo de los años, que se desvanece en la fría lógica de la reducción de costos.
El gobierno de Milei parece ver a estos trabajadores como simples números en una planilla de gastos, ignorando que detrás de cada cifra hay una vida que se desmorona. Esta visión miope y deshumanizante revela una profunda falta de empatía y un desprecio por el valor del trabajo.
Además, el ahorro inmediato que buscan obtener con estos despidos puede resultar contraproducente a largo plazo. La pérdida de personal capacitado y experimentado debilita las instituciones y la calidad de los servicios públicos, generando un deterioro en la calidad de vida de toda la población.
La solución no es despedir trabajadores o eliminar entes o ministerios del Estado. Milei está llevando al pueblo al abismo. Con la excusa del déficit cero, está empujando a la nación hacia el colapso. Y como dice el dicho, cuando se acorrala a las personas o a un animal salvaje, reaccionan de manera impredecible y peligrosa. La situación económica del país es grave y requiere de soluciones que construyan, no que destruyan.
Hay que defender a la patria. Esa es la consigna. Defender el trabajo, la dignidad y los derechos de todas y todos. Porque el verdadero progreso de una nación no se mide únicamente en términos económicos, sino en la capacidad de cuidar y proteger a su gente, de valorar el trabajo honesto y de construir un futuro basado en la justicia social y la igualdad de oportunidades. Despedir a quienes han dedicado su vida al servicio público no es ahorrar; es destruir el tejido social que sostiene a nuestra comunidad.