La comunicación como herramienta política.

Claro, puede ser cierto lo que se dice en los barrios populares, en los sectores de trabajo, en el café de la esquina, en las organizaciones sociales o locales partidarios, acerca de que se perdió el gobierno de la provincia porque no se supo dar respuesta, no se hizo peronismo, no se recorrió las localidades de la provincia con lineamientos claros o que algunos ministros y ministras estaban más preocupados por la foto, por lo administrativo, en el «qué dirán», o en ser mezquinos con la discusión en vez de abrir el juego y hacer política. En eso hay algo de razón y se puede seguir profundizando el debate haciendo autocritica sin lastimarse y aportando otras miradas, pero entre las cosas que se dicen y se evalúan no aparece el rol de la comunicación y, a mi criterio, es ahí entre otras cosas donde falló el gobierno: no hubo una estrategia de comunicación efectiva, popular, concreta y de alto voltaje político para llegar al Pueblo.

No se pensó que había que dar la batalla comunicacional porque era evidente que veníamos perdiendo como gobierno en ese terreno, tampoco hubo habilidad del equipo político para revertir esa situación, tampoco planificación de cómo llegar a los sectores populares para informar con eficacia los objetivos de la gestión, detallando cuáles eran las obras de importancia y políticas públicas del gobierno provincial que garantizaban bienestar, desarrollo y crecimiento. No era sólo redactar un parte de prensa institucional, para que alguna empresa de comunicación lo subiera a la redes, más bien era menester ejecutar una apropiada y certera comunicación adaptada a este siglo XXI y convertir al pueblo en un actor fundamental, para que se convierta en un comunicador, transmisor o eco de la gestión de gobierno y, asimismo, para que a su vez se sienta parte. Se subestimó al pueblo en su capacidad de comunicar, o se pensó que la comunicación solamente era propiedad de los que habían estudiado y tenían un título universitario, o bien exclusividad de los que hacían vínculo desde las distintas aéreas de gobierno con la conducción de AMA. 

Por eso me atrevo a hacer público este planteo critico porque los enemigos que tenía el gobierno, durante años instalaron el desaliento, la desesperanza y el que se vallan todos, se adueñaron de ese grito desesperado había sido parte del sentir del pueblo en la crisis política y social del año 2.001, por eso digo e insisto que no estuvo la capacidad política de subirse con una estrategia propia al escenario que ellos proponían; no se planteó la discusión política y se subestimo al enemigo.

Tampoco hubo un diagnóstico en cada ciudad para ver los niveles de audiencia que tenían los medios públicos, con el objetivo de actualizar el accionar y líneas de acción destinadas a la batalla comunicacional.

Ellas, las empresas de comunicación que tenían su objetivo claro contra el gobierno, lograron interpretar rápidamente el malestar del pueblo y no dudaron en profundizarlo, para luego dispersarlo y ampliarlo con mentiras a través de sus plataformas digitales y FMs.  

Consiguieron profundizar el descontento social y aprovecharon el momento político, además de su habitual odio, como herramientas para que mayoritariamente el pueblo piense que las mentiras que se iban instalando se convirtieran en verdad. Entonces es ahí donde sigo reafirmando mi teoría: no existió ninguna estrategia de comunicación desde el gobierno no sólo para contrarrestar, sino para construir y profundizar su propio relato. 

En base a todo lo expuesto, entiendo que de ninguna manera se puede subestimar la comunicación y más aún la comunicación popular. Pero estoy convencido que la gobernadora Alicia Kirchner entendió y palpó estas debilidades, y por eso creo la Agencia de Medios y Contenidos Audiovisuales (AMA) para fortalecer a los medios públicos y unificar estrategias de comunicación, entre otros objetivos.

Pero las y los responsables políticos que debían brindarle la dirección adecuada por la cual AMA había sido creada, subestimaron la capacidad de muchos de las y los trabajadores comprometidos con la gestión de gobierno y, a su vez el poder del pueblo y de la comunicación popular.

Esos funcionarios con mirada corta, entiendo y reafirmo que ya se habían convertido en profesionales de la política, ya no tenían el hambre para transformar ninguna realidad y, además, nada los conmovía. Ellos fallaron por soberbios y así nos fue.

Ningún gobierno puede subestimar la comunicación y la capacidad de penetración que tienen los medios públicos en las distintas Ciudades, Localidades y Comisiones de Fomento y, tampoco se puede subestimar la capacidad de comunicar que tiene del pueblo y más aún en nuestra provincia.

Ojala que este pensamiento crítico que intenta aportar un granito de arena nadie lo tome personal, sino todo lo contrario, que sirva para profundizar el debate en tiempos difíciles y de incertidumbre.   

La comunicación es poder

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