Opinión

Soberanía o sometimiento: la eliminación de retenciones como gesto político estructural.

Por Alejandro Garzón La decisión anunciada por Claudio Vidal de firmar la eliminación de retenciones a la actividad hidrocarburífera no es un acto administrativo ni un gesto aislado. Es una definición política de enorme gravedad para el presente y el futuro de Santa Cruz, porque compromete la capacidad del Estado para sostener las obligaciones más elementales con su pueblo y, al mismo tiempo, consolida un modelo de provincia subordinada a los intereses de las empresas petroleras. Las retenciones no son un capricho ni un castigo. Son parte de la herramienta que tiene el Estado para recuperar una fracción mínima de la riqueza que sale de nuestro subsuelo, riqueza que pertenece al pueblo santacruceño y que debería servir para garantizar salud, educación, infraestructura, salarios y un proyecto de desarrollo que nos incluya a todos. Cuando un gobernador decide renunciar a esos recursos, no está fomentando la inversión: está debilitando al Estado y fortaleciendo la concentración económica. Vidal intenta justificar esta medida afirmando que la quita de retenciones “sostendrá la infraestructura, permitirá seguir invirtiendo y evitará que el país tenga que importar crudo”. Ese argumento técnico, repetido históricamente por las operadoras petroleras, omite un punto fundamental: si la actividad necesita incentivos permanentes para ser viable, entonces estamos frente a un modelo extractivo mal diseñado, que transfiere al Estado los riesgos y los costos y deja en manos privadas los beneficios. La infraestructura se sostiene con planificación pública, la inversión se exige con regulaciones firmes y la seguridad energética es responsabilidad de un Estado que debe conducir la política energética, no resignar su renta para compensar la ineficiencia o la falta de compromiso de las empresas. Lo que Vidal presenta como “alivio productivo” es, en realidad, una cesión de poder político y económico en favor de las petroleras. Esta medida es coherente con la lógica que Vidal ha demostrado desde el primer día: alineamiento absoluto con el proyecto nacional de Javier Milei, un proyecto que promueve el desmantelamiento del Estado, la entrega de los recursos naturales y la primarización extrema de la economía. Lo que se presenta como “incentivo a la producción” no es otra cosa que la vieja receta de siempre: menos impuestos para los de arriba y más sacrificio para los de abajo. Lo grave es que esta decisión llega en un contexto en el que Santa Cruz necesita exactamente lo contrario. Necesita un Estado fuerte, con capacidad de planificación, que recupere la conducción de su política hidrocarburífera y que garantice que la renta del petróleo y del gas se transforme en derechos, empleo genuino, valor agregado local y desarrollo real. Sin esos recursos, lo que crece no es la inversión, sino la desigualdad. La eliminación de retenciones implica menos ingresos para el presupuesto provincial y, por lo tanto, menos posibilidades de mejorar los salarios, fortalecer los hospitales, garantizar calefacción en las escuelas, sostener la obra pública, asistir a quienes más lo necesitan y proyectar una provincia moderna y soberana. Cuando el Estado se debilita, lo que avanza no es la libertad: es el poder de unos pocos para hacer de los bienes comunes un negocio privado. La historia ya demostró que las provincias que entregaron su renta terminaron empobrecidas, dependientes y sin capacidad de decidir su propio destino. La riqueza que se va por un caño no vuelve. Lo que vuelve, si vuelve, es precarización laboral, sueldos bajos, contratos temporales y estructuras económicas frágiles que dependen de la voluntad de las empresas. Por eso esta decisión debe preocupar no solo a quienes militamos en el campo nacional y popular, sino también a todos los trabajadores, a los sindicatos, a los sectores productivos, a la dirigencia política en general y a cada ciudadano que entiende que una provincia sin recursos propios no puede construir soberanía ni futuro. No se trata de estar a favor o en contra del desarrollo hidrocarburífero. Se trata de algo mucho más profundo: quién conduce ese desarrollo y quién se queda con los beneficios. Un gobernador que renuncia a la renta provincial renuncia también al derecho de su pueblo a vivir mejor. Por eso sostengo con absoluta claridad que eliminar retenciones no es un camino hacia el crecimiento, sino hacia la pérdida de autonomía. Es una decisión que favorece a las petroleras y perjudica a Santa Cruz. Y es también una señal peligrosa hacia el futuro: si hoy se renuncia a los ingresos del petróleo, mañana ¿qué más se entregará en nombre de una supuesta “reactivación”? Santa Cruz merece un debate serio, honesto y profundo sobre su modelo de desarrollo. Lo que no merece es que ese debate sea reemplazado por decisiones inconsultas que comprometen el destino colectivo. En un momento en que miles de familias viven con sueldos que no alcanzan, con servicios públicos deteriorados y con un Estado que cada vez tiene menos herramientas, entregar la renta hidrocarburífera es un error político mayúsculo. Nuestra provincia necesita dirigentes que defiendan sus recursos, no que los regalen. Que fortalezcan al Estado, no que lo vacíen. Que gobiernen pensando en el pueblo, no en los intereses de las empresas. Y que no se olviden nunca de que la soberanía no se declama: se ejerce. La riqueza de Santa Cruz debe estar al servicio de su gente. Y en eso no puede haber concesiones.

17 de noviembre: sin militancia no hay peronismo

Cada 17 de noviembre, aunque no me tocó vivir aquel día de 1972, vuelvo sobre esa historia para pensar en las compañeras y compañeros que mantuvieron vivo el movimiento en los años de proscripción, persecución y resistencia. Es el día de la militancia organizada, la que sostiene la política con organización y compromiso cotidiano. El Día del Militante Peronista es, para mí, mucho más que una fecha en el calendario. Es el resultado de una historia hecha de lucha, organización y terquedad popular, que encontró en el 17 de noviembre de 1972 un símbolo poderoso: el regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina después de 17 años de exilio y proscripción. No me tocó vivirlo, pero formo parte de una generación que heredó ese día como una marca política y afectiva, como la prueba de que la resistencia no había sido derrotada. Tras el golpe de 1955, el peronismo fue prohibido, perseguido y demonizado. Se intentó borrar su presencia de la vida pública: se intervinieron sindicatos, se censuraron símbolos, se prohibieron canciones, se persiguió a dirigentes y militantes. Pero mientras desde arriba se dictaban decretos e intervenciones, desde abajo se tejía otra historia: la de las fábricas, los barrios, las unidades básicas, las parroquias, los centros de estudiantes, donde la identidad peronista siguió circulando como una corriente subterránea pero indestructible. De esa trama nace lo que conocemos como resistencia peronista. No fue un acto heroico aislado, sino una práctica cotidiana: volantear de noche, esconder un periódico, organizar una olla popular, pintar una pared, sostener un sindicato, discutir política en una cocina fría o en una mesa larga de barrio. Muchas y muchos de esos militantes no aparecen en las fotos oficiales ni en los libros de historia, pero sin su tarea silenciosa el peronismo difícilmente habría llegado vivo a los años setenta. El 17 de noviembre de 1972, cuando el avión que traía a Perón desde Madrid tocó suelo argentino, buena parte de esa historia tomó cuerpo en la calle. A pesar del clima represivo y del fuerte operativo militar, miles de argentinos y argentinas se movilizaron hacia Ezeiza y los alrededores, dispuestos a desafiar el miedo. La consigna de aquellos años, “Luche y vuelve”, dejaba de ser consigna para convertirse en realidad. El regreso no era solo el de una persona, sino el de un proyecto político que las clases dominantes habían intentado desterrar. Con los años, el 17 de noviembre se consolidó como el Día del Militante Peronista. Y ahí está, para mí, el núcleo de esta fecha: no se trata únicamente de recordar el regreso de Perón, sino de homenajear a quienes hicieron posible ese regreso con su trabajo cotidiano, quienes mantuvieron abiertas las puertas de una unidad básica, defendieron un convenio colectivo, sostuvieron un comedor, acompañaron en la cárcel, bancaron la clandestinidad, resistieron el exilio. Cuando hablamos de militancia, no hablamos solo de cargos, fotos o discursos. Militante es quien pone el cuerpo en el barrio, en la fábrica, en la escuela, en el hospital, en el sindicato, en la universidad; quien se toma el tiempo de escuchar, organizar, convencer, tender la mano. El 17 de noviembre reivindica justamente eso: que la política real se sostiene en la paciencia, la convicción y la esperanza de miles de compañeras y compañeros que siguen creyendo que la Argentina puede ser más justa. La historia argentina muestra que esa militancia pagó muchas veces costos altísimos: despidos, persecución, cárcel, desaparición, exilio. Por eso este día no puede ser solo una jornada de nostalgia, ni una efeméride vacía repetida de memoria. Tiene que ser también un momento de memoria crítica. Recordar el Día del Militante Peronista es reconocer que los derechos conquistados —desde las vacaciones pagas hasta las jubilaciones, desde el voto femenino hasta los convenios colectivos— fueron producto de la organización popular, no de la buena voluntad de ningún poder de turno. Hoy, en un país atravesado por nuevas formas de desigualdad, por discursos de odio y por políticas que vuelven a descargar la crisis sobre el pueblo trabajador, el 17 de noviembre vuelve a interpelarnos. ¿Qué significa militar en este tiempo de redes sociales, precarización y despolitización? ¿Cómo se traduce la lealtad al pueblo en prácticas concretas, en presencia en los territorios, en defensa de los derechos conquistados? Para quienes venimos de la militancia sindical, territorial y política, este día es también una responsabilidad. No alcanza con reivindicar a la militancia del pasado si no estamos dispuestos a discutir el presente: qué modelo de país queremos, qué lugar ocupa el trabajo, qué Estado necesitamos, qué papel cumplen nuestros sindicatos y nuestras organizaciones populares. La lealtad a esa historia se juega hoy en la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Cada 17 de noviembre, cuando vuelvo sobre estas imágenes y estos relatos, confirmo una idea sencilla pero profunda: sin militancia no hay peronismo, y sin organización popular no hay democracia que se sostenga en el tiempo. Los nombres pueden cambiar, las coyunturas también, pero la fuerza de un movimiento se mide por la capacidad de sus militantes de defender la justicia social, la independencia nacional y la soberanía popular en cada rincón del país. En un clima donde algunos quieren reducir la política a marketing, odio y negocios, reivindicar la militancia peronista es reivindicar la organización del pueblo como sujeto de la historia. Ese es, para mí, el verdadero sentido del 17 de noviembre.

UNA FECHA QUE LOS SANTACRUCEÑOS NO PODEMOS OLVIDAR.

Lamentablemente yo fui uno de esos Santacruceños que me he olvidado de esta fecha histórica para el pueblo y para los sectores populares, no así para los sectores de derecha conservadora y golpista. El 7 de octubre de 1974 la presidenta Isabel Martínez asesorada por Lopez Rega «El Brujo» firmaba el decreto de una disfrazada intervención federal a la provincia de Santa Cruz; la excusa fue la crisis institucional generada por el duro enfrentamiento entre el gobernador Jorge Cepernic y el vice gobernador Eulalio Encalada que también era Secretario General del SUPE (petroleros – YPF) En este proceso no podemos dejar de decir que Jorge Cepernic había llegado al Gobierno con un alto apoyo popular, fue uno de los hombres que le puso el cuerpo a todo tipo de diversidad y fue un Gobernador que se la jugó por su pueblo y la clase obrera. Pero lamentablemente como siempre hay oportunistas, sectarios, gorilas y traidores. Jorge Cepernic era cuestionado por sectores ortodoxos del peronismo que encabezaba el Vice Gobernador Eulalio Encalada. Un sector del movimiento obrero exigía a Cepernic una “depuración” de funcionarios considerados de izquierda Ese sector, estaba organizado en la CGT Regional, liderada por Hugo Peralta de UPCN. Nosotros los de ATE que su Secretario General era el Cro.Eduardo Garrigue trabajador de YCF apoyábamos a Jorge Cepernic para profundizar el crecimiento de Santa Cruz y los derechos de los obreros. También en esos años ATE con los afiliados de YCF y con mucho acompañamiento del Pueblo de Río Gallegos marcharon a la Casa de Gobierno en la defensa de la Institucionalidad. Luego de esa gran marcha la casa del Secretario General de ATE Cro. Garrigue fue atacada con bombas molotov. Jorge Cepernic fue un Peronista Revolucionario que amaba a su Santa Cruz, fue ejemplo para muchos jóvenes de aquel momento, como seguramente lo podrá ser para los jóvenes de ahora si se enseñara su historia. Me enorgullece saber que en la Historia recuperada de ATE SANTA CRUZ «De los Telepostales a los hijos del Socavón» escrita por Daniel Parcero y por iniciativa de la Comisión Administrativa donde tuve el honor de haber sido el Secretario General pudimos ver ahí el papel importante que tuvo ATE en esos tiempos. Honor y Gloria a Jorge Cepernic y a nuestros Pioneros de ATE

Soberanía y Justicia: Recuperar lo Nuestro para Reconstruir la Nación

La Argentina está en un punto de inflexión. Recuperar las empresas del Estado y fortalecer las economías regionales no solo es un acto de justicia histórica, sino una estrategia fundamental para construir una nación soberana. Estas empresas son clave para generar empleo, garantizar servicios esenciales y fomentar el desarrollo económico en todo el territorio. Sin ellas, es imposible pensar en un futuro sustentable para el país. Además, debemos reindustrializar la Argentina. Esto no es solo un objetivo económico, es un compromiso con nuestra identidad como nación productiva y con la dignidad de quienes trabajan. El Estado debe ser el principal promotor de esta transformación, orientando recursos y políticas hacia la creación de una economía que produzca con lo propio y deje de depender de intereses extranjeros. En este contexto, es imprescindible construir un plan de gobierno que surja desde el pueblo y con el pueblo como protagonista. No podemos delegar esta responsabilidad en sectores que históricamente han defendido intereses ajenos al bienestar común. Un plan que contenga a todos los sectores, sin sectarismos ni exclusiones, y que priorice los valores humanistas y cristianos de solidaridad, justicia y respeto por la dignidad humana. Argentina cuenta con recursos naturales invaluables y tierras fértiles. Con planificación y voluntad, podemos terminar con el hambre y garantizar que todas y todos tengan acceso a una vida digna. Pero para lograrlo, debemos proteger nuestros bienes comunes, como el agua potable y los suelos, de la avaricia del modelo capitalista que solo busca explotar y saquear. El desarrollo sustentable debe ser una prioridad absoluta, no solo para esta generación, sino para las que vendrán. La dependencia de intereses extranjeros ha hipotecado el futuro de generaciones. Hoy, más que nunca, es imprescindible diseñar un plan nacional que surja desde las entrañas mismas del pueblo, con inclusión, solidaridad y respeto por los recursos naturales que nos pertenecen. La construcción de una economía sustentable, que priorice a las y los trabajadores, debe ser el horizonte de esta transformación. Esta construcción no será posible sin un esfuerzo colectivo. Las y los jóvenes, que son el futuro de nuestra patria, y las y los jubilados, que merecen respeto y una vida digna, deben estar en el centro de este proyecto. Todos los sectores tienen un rol que jugar en este camino hacia una Argentina que priorice el bienestar colectivo y ponga al pueblo en el lugar que le corresponde: como protagonista de su destino. El desafío es inmenso, pero también lo es la esperanza. Con unidad y compromiso, la Argentina puede recuperar su destino y consolidarse como una nación soberana, productiva y solidaria. El tiempo de actuar es ahora. El futuro de nuestro país no puede esperar más. Es tiempo de actuar con responsabilidad, compromiso y unidad. La Argentina que soñamos está en nuestras manos.

Día nacional del Petróleo: Homenaje a los guardianes de la Soberanía Nacional

Hoy, 13 de diciembre, celebramos con orgullo el Día Nacional del Petróleo, recordando el descubrimiento del primer yacimiento petrolero en Comodoro Rivadavia en 1907. Esta fecha simboliza el sacrificio, la valentía y la entrega de los trabajadores y trabajadoras que forjaron el desarrollo energético del país desde los cimientos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), una empresa que se convirtió en sinónimo de soberanía, progreso y justicia social. Los primeros trabajadores y obreros de YPF no solo impulsaron la actividad petrolera en el país, sino que también fueron pioneros en la organización sindical. A través de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), fundaron el primer sindicato que defendió sus derechos y luchó por condiciones laborales justas en la industria hidrocarburífera. Entre estos héroes anónimos destaca José Vicente Tesorieri, un trabajador de la planta de YPF en Ensenada, quien se convirtió en el primer secretario general petrolero en ATE y luego en diputado nacional durante el gobierno de Juan Domingo Perón. Tesorieri simbolizó la lucha incansable por la dignidad y justicia social, dejando un legado que representa el espíritu de los petroleros, cuyo esfuerzo y sacrificio permitieron construir una industria fundamental para el país. Bajo el liderazgo visionario del ingeniero Enrique Mosconi, YPF trascendió su carácter empresarial para transformarse en un motor de desarrollo social. No solo generó energía, sino que también fundó comunidades, llevó progreso a regiones olvidadas y creó oportunidades para miles de familias argentinas. En cada pozo y en cada planta, el corazón de una Argentina soberana latía con fuerza. Hoy, en un contexto de crecientes desafíos para la industria energética y los recursos estratégicos, honramos el legado de quienes hicieron de YPF un emblema de independencia. Frente a intentos de entregar el patrimonio nacional a intereses extranjeros, el ejemplo de los primeros petroleros y líderes como Mosconi y Tesorieri nos recuerda la importancia de defender nuestra soberanía. Como dijo Enrique Mosconi: «Entregar nuestro petróleo es como entregar nuestra bandera.» En este Día Nacional del Petróleo, recordamos la grandeza de YPF y renovamos nuestro compromiso con la construcción de una patria justa y soberana. A los trabajadores y trabajadoras del petróleo, a las familias que acompañaron sus sacrificios, y a todos quienes luchan por un futuro mejor, les decimos: ¡Gracias! ¡Viva YPF! ¡Viva la soberanía nacional! ¡Y viva el pueblo argentino que nunca se rinde!

Defendamos el Correo Argentino: Una cuestión de soberanía

El Correo Argentino no es solo una empresa pública; es un símbolo de nuestra soberanía. En un mundo donde la geopolítica dicta reglas de poder y control sobre los territorios y los pueblos, defender el Correo Argentino es defender nuestra autonomía y nuestra identidad. El régimen de Javier Milei, con la Ley Bases y el Decreto 7023, hoy anuncia la desregulación del Correo Argentino. Estas medidas le otorgan facultades para desmantelar una institución clave para nuestra nación. El sector privado considera que muchos lugares no son rentables, pero allí donde otros ven pérdidas, el Correo Argentino ve patria. Es en esos rincones olvidados donde la presencia del Correo asegura que cada ciudadano, sin importar lo remoto de su ubicación, tenga acceso a servicios esenciales. Allí están sus trabajadoras y trabajadores, haciendo patria todos los días, llevando mensajes, medicinas y esperanzas a cada hogar del país. Desde el Estado y como trabajadores del Estado, sabemos que la defensa de nuestras empresas públicas es una tarea fundamental. No se trata solo de un asunto económico, sino de justicia social y de compromiso con el pueblo. El Correo Argentino es un bastión de nuestra capacidad de autogestionarnos y de resistir a las presiones de un mercado que busca despojarnos de nuestros recursos y de nuestro poder de decisión. Es crucial organizarse, unirse y dar la pelea por la preservación de nuestras empresas públicas. El Correo Argentino, con su historia y su misión, es una pieza clave en la construcción de un país justo y soberano. No podemos permitir que intereses ajenos nos arrebaten esta herramienta fundamental para la cohesión y el desarrollo de nuestra nación. La defensa del Correo Argentino es una lucha que debemos encarar con firmeza y convicción. Es necesario que todos los sectores de la sociedad comprendan la importancia de mantener en manos del pueblo las estructuras que garantizan nuestros derechos y nuestra soberanía. Debemos organizarnos, informarnos y actuar para proteger lo que es nuestro, lo que nos define y lo que nos fortalece como nación. Desde ATE, como venimos haciendo históricamente, vamos a defender junto a las trabajadoras y trabajadores las empresas del Estado. Demos juntos esta pelea. El Correo Argentino es más que una empresa, es un pilar de nuestra soberanía y de nuestra identidad. Su defensa es la defensa de nuestro futuro y de nuestros valores. Sigamos adelante, con la firme convicción de que el pueblo unido jamás será vencido.

Recuperar nuestras tradiciones para reencontrarnos como pueblo

El 10 de noviembre, Día de la Tradición, en honor a José Hernández y a su creación emblemática, Martín Fierro, debería ser una fecha que despierte en nosotros el valor de nuestras raíces, un reflejo de la identidad argentina que abarca mucho más que un solo día en el calendario. Sin embargo, durante las últimas décadas, la globalización ha traído consigo un bombardeo constante de influencias extranjeras, especialmente de Estados Unidos, que opacan nuestras propias costumbres. Esto ha impactado fuertemente en las y los jóvenes, quienes, en muchos casos, están más familiarizados con celebraciones como Halloween que con el valor y la profundidad de nuestra herencia cultural. Recuperar el ser argentino implica reconocer y valorar las costumbres que nos han formado, desde la música de nuestro folclore, el tango que expresa el sentir porteño y rioplatense, hasta los relatos de vida y trabajo del gaucho. Estos símbolos y expresiones no son solo parte de nuestro pasado; representan una manera de entender la vida, una forma de resistir y actuar colectivamente, de convivir con nuestro entorno y de contar nuestra historia a través de los siglos. Hoy, más que nunca, es fundamental transmitir este amor y respeto por lo nuestro a las nuevas generaciones. El tango, la milonga, el asado, el mate y las leyendas gauchescas son piezas vivas que nos invitan a celebrar la esencia de nuestra cultura, a reforzar un sentido de pertenencia y a sentir orgullo de quienes somos como argentinos. Fortalecer nuestras tradiciones es también una manera de reafirmar nuestra dignidad como pueblo, de reconocernos y recordarnos que, en un mundo globalizado, cada pueblo necesita proteger sus propias raíces para no perderse en la corriente. Es preocupante que Halloween y otras celebraciones extranjeras ganen terreno, mientras que nuestras propias tradiciones se relegan a eventos esporádicos o se ven como antiguas. Aunque parezca una moda pasajera, este fenómeno revela una batalla cultural que estamos perdiendo. Debemos dejar de idolatrar lo que viene de EE. UU. y en cambio, fortalecer lo propio, lo que nace de nuestra historia y cultura. Los que gobiernan tienen en sus manos la responsabilidad de promover políticas que valoren nuestras tradiciones y apoyen la educación cultural desde la escuela y las instituciones. Si no hacemos este esfuerzo consciente, veremos cómo, poco a poco, se diluye nuestra identidad. Que este Día de la Tradición nos invite a reflexionar y a tomar un compromiso: el de defender nuestra cultura para nosotros y las futuras generaciones.

40 años de una identidad política

Como militante de un sindicato como ATE, quiero expresar que un día como hoy, 6 de noviembre de 2024, hace 40 años un grupo de compañeros, con profunda solidaridad de clase, honestos, convencidos, con valores profundamente humanistas, sin ningún interés personalista y con la única intención política de recuperar la democracia y con ello nuestra ATE a través del voto de los compañeros y compañeras inició un desafío. Este desafío, en una fecha como hoy, tuvo un punto de comienzo, con vocación pluralista y dispuestos a volver a poner a ATE netamente al servicio de las y los Trabajadores del Estado. Ese había sido el compromiso con el que ganaron las elecciones enfrentando a un representante de la dictadura militar. Es justo reconocer que la historia no empieza cuando uno llega, ni termina cuando uno se va. Y debo dejar en claro que nosotros, los que hace un tiempo venimos siendo parte de esta historia y que no somos tan viejos, y a partir de quienes asumieron también el compromiso de recuperar nuestra memoria histórica como organización sindical, hemos podido conocerla y no nos olvidamos de lo que significó fundar nuestra Agrupación ANUSATE, y los años de militancia ininterrumpida, y de los contratiempos sufridos por los distintos atropellos dictatoriales, y el esfuerzo por reorganizarse territorialmente en el país y convencer sobre que era posible volver a tener una herramienta política-sindical. Desde ANUSATE surgió la voz y la expresión política de las y los Trabajadores en la calle. Por eso digo que no hay que olvidarse de la historia. Cada uno de nosotros en estos largos años, o mejor dicho desde la fundación de ANUSATE, fuimos constructores de una identidad política, pero por sobre todas las cosas aprendimos a bancarnos en las malas sin egoísmo, y ayudándonos siempre desinteresadamente porque había algo superior que nos unía: ese algo era ATE. Costó años hasta que ANUSATE pudo ser la agrupación de las y los trabajadores del Estado que fue capaz de liderar un nuevo protagonismo organizativo y de crecimiento, llegando al sindicato con espíritu plural y participativo, ya sin Estado de Bienestar. Ojalá que, al cumplirse hoy 40 años, sigamos pensando que la prioridad son las y los trabajadores y nuestra querida ATE.

La dirigencia de ATE Santa Cruz, cada vez mas lejos de las y los Trabajadores

Hoy me entero de que el Secretario General de ATE Santa Cruz, Carlos Garzón, ante un nuevo «fracaso» de la paritaria salarial de la administración pública central, convocó a un PARO PROVINCIAL de 72 hs para la semana que viene. Ok, bravo por eso. Pero lo que no puedo entender es por qué este Sr. sigue convocando a paros ante el fracaso de las paritarias, sin convocar a asambleas en los distintos sectores de trabajo y en las 10 seccionales, para darse cuanta y así saber el sentir y la bronca de las y los trabajadores. De esa forma se daría cuenta y se podría organizar un verdadero PARO PROVINCIAL con machas para quebrar definitivamente la oferta salarial que está proponiendo en la mesa de paritaria el gobernador Claudio Vidal. Me pregunto: ¿por qué tanto miedo a convocar a asambleas en los sectores de trabajo? ¿Por qué, a meses de terminar el año, se acordaron de luchar por un aumento salarial? ¿Por qué ahora se acordaron de hacer cumplir el Convenio Colectivo de Trabajo para que las y los compañeros ingresen a su planta permanente? ¿Por qué este dirigente no tiene el coraje de hablar en la Casa de Gobierno y decirle al Gobernador Vidal lo que las y los trabajadores del Estado sienten ante la situación de vulnerabilidad y desespero social en la que están? ¿Por qué aísla los conflictos sectoriales y no los unifica para tener más poder en cada negociación salarial? Lo cierto es que ya no hay forma de que este «dirigente» entienda que el poder de ATE está en las y los trabajadores, y no en algunos «dirigentes» encerrados en cuatro paredes decidiendo el futuro de las y los trabajadores, y que, encima, se olvidan de que nosotros, las y los trabajadores, tenemos el derecho de participar en las asambleas y a discutir y decidir sobre nuestro salario. En los tiempos difíciles que estamos viviendo, y ante lo que se avecina, las y los trabajadores no necesitamos un sindicalismo cómplice de la patronal y que “haga que lucha”; necesitamos un sindicalismo fuerte, con delegados y delegadas en cada sector de trabajo, con dirigentes que se la jueguen y que honren su cargo, por el cual fueron elegidos. ATE tiene mucha historia, y a esa historia hay que respetarla. Los inexpertos «dirigentes» se tienen que dedicar más a convencer a las y los afiliados para empoderarla, para que salga a luchar en la defensa de todas sus conquistas y por mejores salarios, y no a sobreestimarla con discursos baratos y sin fundamentos. ATE Santa Cruz tiene que retomar la senda de esa historia, donde cada compañera y compañero se sentía orgulloso de llevar su bandera y su pechera verde. Por eso, es hora de que en cada ciudad, localidad, comisión de fomento y paraje de nuestra provincia se vuelva a escuchar ese grito de libertad y poder: #SoyDeAte.

Por nuevo y definitivo 17 de Octubre

Por Alejandro Garzón* Yo no estuve el 17 de Octubre de 1945. No había sido aún el momento existencial para que pudiera ser parte de aquella gesta tan singular como plural, y que nos marcara a los argentinos por tantas décadas. Sin embargo, si decidí ser parte del 17 de Octubre de 1945, años más tarde, y a poco de haber nacido en 1973. Pero, además, siento el deber de seguir siéndolo, y de poder trasmitirlo. Las condiciones políticas y sociales que se desarrollaban en aquel escenario previo al histórico 17, y a partir de la sensibilidad y la visión estratégica sostenida por un puñado de militares nacionales, comenzaba a indicar que un camino de transformaciones con equidad inclusivas, podían sacar a nuestro país de una década infame de desigualdades y dependencia, teniendo como eje a los trabajadores y trabajadoras. Aquellos pasos iniciales, intentaron ser interrumpidos, y el pueblo efectivizó la devolución de la lealtad recibida de parte aquel patriota de uniforme que lideraba y efectivizaba los cambios beneficiosos, con la misma intensidad direccionada hacia el, potenciada por la multiplicidad sudorosa de la clase trabajadora. El 17 de Octubre hizo a Perón el líder indiscutido de aquella masa postergada, a la que se sumaron clases y sectores nacionales excluidos por el atraso y la dependencia. Nuestro pueblo había decidido ser parte de un destino común con el prójimo, y no retroceder en la custodia de los derechos adquiridos, pero además, de avanzar siendo parte de un proceso revolucionario que comenzaba a retomar, como Estado/Nación, el destino de Independencia real, con Justicia Social y Soberanía política. Fue sin duda el 17 de Octubre el que hizo a Perón, Perón. Y no a la inversa. Aquellas conquistas defendidas en la figura del coronel apresado, son las mismas que tenemos el deber sostener, perfeccionar y reinstalar en una Argentina que retome las banderas del 17, comenzando por sacar aquella fecha del calendario folklórico de la política mediática y vacía de contenidos revolucionarios, para recuperar su mística, su militancia militante digo, no la perversamente profesionalizada. No alcanza con que cada 17 de Octubre se convierta en una fecha para rememorar, sino para recrear fines y objetivos. En la cuna que nací en 1973, todavía se respiraban las brisas del histórico 17. Habían transcurrido 30 años, sin que los intereses dominantes y sus personeros colonialistas, pudieran impedir, a pesar del golpe al Gobierno Nacional y Popular en el 55’, los abusos de poder, las proscripciones, las cárceles, las persecuciones, la recreación de la memoria colectiva. Y hasta lo recuerdo ya de pantalones cortos, que lo intentaron por la vía del terror del Estado, el exterminio, la desaparición forzada y el robo selectivo de hijos de militantes populares; y otra vez no pudieron con la memoria y mucho menos con el desarrollo inevitable de los genes. Ya fuera de la cuna, y alimentado de pura memoria peronista, decidi el camino de la solidaridad y de la representación sindical, del compromiso por la defensa de mis derechos y los del prójimo , de la lucha por la recuperación de lo perdido. Pasaron ya casi 80 años de la memorable fecha. Y me asumo parte indivisible de aquél 17 de octubre de 1945, sin haber estado. Sobre todas las cosas, lo más importante, es que aquella ausencia física existencial, es lo que me produce la necesidad inevitable de ser parte de una generación que sea capaz de recrearlo. Tenemos una deuda pendiente con nuestros trabajadores y con nuestro pueblo, que son la esencia de la Patria misma. Cómo perderme en ésta oportunidad, el hecho ser parte de un definitivo 17 de Octubre, y claro, poder volver trasmitirlo.