La marcha desde Rosario hasta el Congreso de la Nación fue un camino de fe y lucha. Cada kilómetro recorrido llevaba consigo el peso de las historias, de las luchas cotidianas, y de la esperanza que nos mantenía de pie en medio de la adversidad. Durante esas semanas, el asfalto se transformó en un símbolo de lucha y solidaridad, donde cada paso significaba no solo la demanda de trabajo, sino también la defensa de la dignidad que un sistema injusto intentaba arrebatarnos.
Para muchos, como para mí, aquella marcha no fue solo una acción; fue una revelación, un renacer. Fue el momento en que volví a creer. Y en gran parte, eso se lo debo al Compañero Víctor De Gennaro, quien con su firmeza y convicción, me inspiró a recuperar esa fuerza y el volver a creer que podíamos construir un país para todos y todas. Verlo liderar, sentir su entrega, me mostró que no estábamos solos, que aún había motivos para seguir marchando, para convencer que se podía y luchar. Personalmente, aquella marcha cambió mi vida. Sentí en cada paso la fuerza de mis compañeras y compañeros, la determinación de quienes, aún en la desesperanza, seguían soñando con un país más justo.
La llegada al Congreso de la Nación el 9 de agosto fue un momento místico, cargado de emociones. Las lágrimas brotaban, los abrazos se multiplicaban, y el sonido de nuestras voces resonaba con una fuerza que solo se alcanza cuando se ha caminado con el alma. Habíamos recorrido más de 300 kilómetros, y en ese tramo final, comprendimos que no solo habíamos llegado al Congreso, sino que habíamos llevado allí nuestras vidas, nuestras luchas, y el anhelo profundo de justicia social.
Hoy, 24 años después, la memoria de aquella gran marcha sigue viva en quienes la vivimos. Recordarla no es solo un acto de nostalgia, es revivir un momento que nos marcó, que nos enseñó que la unidad y la perseverancia son nuestras mejores armas. Es un homenaje a todas y todos los que caminaron, a quienes nos alentaron desde sus hogares y desde el costado de las ruta, a quienes creyeron en un país más justo. Es un llamado a seguir luchando, a no olvidar que la historia se construye con cada paso, con cada sueño compartido.
En aquellos días, caminamos por la distribución de la riqueza, por trabajo, dignidad y por el futuro de nuestras hijas e hijos. Hoy, esa lucha sigue viva, y cada paso que dimos en esa marcha aún resuena en las rutas de nuestra patria, recordándonos que juntos, somos capaces de todo.
Viva la CTA ! Viva las y los Trabajadores!