Los trabajadores y las trabajadoras del Estado tenemos que ir por los Convenios Colectivos de Trabajo (CCT). Además, donde ellos existan, hay que contarles la historia a las nuevas generaciones de estatales sobre cómo se consiguieron para que los valoren y defiendan. No podemos seguir siendo rehenes de los estatutos o leyes de la época de la dictadura militar, tal como pasa en la gran mayoría de las provincias y municipios de nuestro país.
Gobernadores e intendentes necesitan esos estatutos porque nos quieren domesticados, obedientes, con algunos derechos y con todas las obligaciones; nosotros tenemos que romper esa lógica y hacernos fuertes desde nuestra gran herramienta de liberación y bienestar: los Convenios Colectivos de Trabajo.
En el caso puntual de las empresas del Estado, hay que fortalecerlas con más organización consciente de la clase trabajadora y lograr instalar directores obreros como en el pasado. De esa forma, se reforzará el poder de las y los trabajadores organizados; además habría control obrero, trabajo genuino y de calidad, y se reforzaría el pensamiento estratégico de un modelo productivo provincial y nacional.
Es necesario -y es obligación de cada dirigente- convencer y entusiasmar a las y los jóvenes trabajadores del Estado para sindicalizarse y luego tomar la responsabilidad de ser delegados y delegadas en los sectores de trabajo. Esto último es clave para las conquistas de derechos con los CCT, pero también para el desarrollo personal y colectivo, porque somos importantes para aportar ideas y propuestas para el crecimiento y desarrollo de cada organismo y/o empresa del Estado; de ahí deviene el bienestar del Pueblo.
En conclusión, la reivindicación de los Convenios Colectivos de Trabajo es la disputa política para tener un Estado al servicio del Pueblo.