octubre 29, 2023

UNIDAD POPULAR VA AL BALOTAJE CON UNIÓN POR LA PATRIA.

Unidad Popular va al balotaje con Unión por la Patria diciendo no a la motosierra, el gatillo fácil y el ajuste perpetuo, y para seguir defendiendo un futuro de democratización, igualdad y soberanía. I) DEL 13 DE AGOSTO AL 22 DE OCTUBRE El proceso electoral vivido entre las PASO y la Primera Elección General, ilustra con precisión la madurez política que caracteriza al pueblo argentino. Por un lado, el 13 de agosto pateó el tablero poniendo en evidencia la crisis de representación política existente, y por otro el 22 de octubre, priorizó el mantenimiento de un cuadro de situación que, pese a sus profundas limitaciones, otorga mayores condiciones de legalidad para el desarrollo y afirmación de una Propuesta de Democratización, Igualdad y Soberanía. Decimos que el 13 de agosto pateó el tablero porque lejos del argumento de la supuesta elección de los tres tercios, lo que hubo son cuatro cuartos. El rechazo a la oferta electoral expresado en el ausentismo, el voto en blanco y los anulados, suman una cuantía de ciudadanos equivalente a los porcentajes que expresaron Milei, Bullrich y Massa. Este rechazo a la oferta electoral señaló el final del ciclo político iniciado luego de la crisis del 2001, transformando en minoritarias las coaliciones de mayorías que habían dominado los últimos veinte años. A la vez, situó en el primer lugar a alguien que en base al slogan del «cuestionamiento a la casta» canalizó la bronca y la frustración de las expectativas populares. La magnitud alcanzada por el rechazo electoral y la bronca expresada respecto al sistema político, sumado a todos aquellos que votaron sin creer demasiado en lo que votaban, habla a las claras sobre la evidente necesidad y búsqueda de una alternativa política que exprese los deseos de la mayoría de la sociedad. Luego, el 22 de Octubre, cuando apareció con claridad que el slogan de cuestionamiento a la casta era una ficción que ocultaba el vínculo con lo peor de esa casta (Barrionuevo- Macri), que transformaba a la sociedad en un mercado poniéndole precio a la vida impulsando el comercio de órganos y de chicos, que promovía descaradamente la destrucción de los ingresos de los argentinos induciendo expresamente una hiperinflación y promoviendo la privatización de la Salud y la Educación, reivindicando la represión genocida de la Dictadura, y convocando abiertamente a la construcción de una sociedad signada por la violencia, la misoginia y el sálvese quien pueda proponiendo la libre portación de armas, ahí, aun sin convicción ni entusiasmo, gran parte de los que no habían votado cambiaron su postura. Parte importante de quienes no intervinieron en las PASO concurrieron a votar (más de 2,5 millones de ciudadanos/as) y dieron vuelta la elección. Priorizaron el mejor marco de legalidad y de menor sufrimiento para el conjunto de la sociedad. Marco en el cual la lucha social, el debate y la construcción política permitan ir desplazando esa lógica del ajuste perpetuo que todo lo agrava y nada resuelve, y que se ha transformado en la clave determinante de todas las opciones en condiciones de gobernar. Desplazar la lógica del ajuste perpetuo para avanzar en el proceso de Democratización, Igualdad y Soberanía que necesita nuestra sociedad, y que no pudimos expresar en estas elecciones, sigue siendo la tarea política principal a concretar en esta hora de la Argentina. Esa tarea que tiene y puede volver a enamorar a todos aquellos que son mayoría y que están atravesados por la bronca, la desilusión y la apatía y que están hartos de optar por lo menos malo. II) LO QUE SE LOGRÓ Y LO QUE NECESITAMOS No es poco lo que ya se ha logrado. El poder institucional de la Argentina, tanto de los gobiernos provinciales, intendencias y Parlamento Nacional, así como de las organizaciones sociales, sindicales, territoriales, culturales, empresarias y eclesiales, constituyen ya un límite infranqueable ante cualquier intento de un eventual (e improbable) triunfo de Milei. Es más, su situación institucional lo coloca a tiro de juicio político frente a cualquier intento de promover estrategias que lleven al colapso a nuestra sociedad. Falta aún la definición final. Y esa definición reclama que estos próximos veinte días sirvan para comenzar a sostener ese Proyecto que le sigue faltando a los argentinos. Tiene que quedar clara la necesidad de reorientar el rumbo de nuestro país. Esta reorientación tiene contenidos concretos. Es imprescindible entender que, más allá del discurso antipolítica de la casta, la institucionalidad en la Argentina muestra signos evidentes de agotamiento. Argentina necesita un shock de democratización. Exige una profunda refundación institucional que promueva la participación organizada de la comunidad en las decisiones. El gobierno de la Unidad Nacional no puede fundarse sobre criterios meritocráticos. La Unidad Nacional supone la Comunidad convocada a participar y sintiéndose parte de la decisión. Es este camino el que permitirá poner en caja los comportamientos que siendo negativos para la comunidad, sostienen, reproducen y amplían los privilegios y beneficios extraordinarios que esta Argentina del 60% que no llega a fin de mes y del 43% de pobres, le garantiza a una parte muy minoritaria de su población. Ese 1% que apropia el 25% de la riqueza y ese 10% que controla el 60% de la misma. Es también el camino que permitiría discutir de otro modo con el FMI y los acreedores privados el problema de una deuda ilegítima y la absoluta corresponsabilidad del FMI en la crisis de nuestro país. Es en este marco de mayor Democratización, en el que podemos sostener e impulsar dos necesidades imperiosas de la Argentina. LA PRIMERA. UN SHOCK DISTRIBUTIVO que permita comenzar a superar la crisis de ingresos que vive la gran mayoría de la población. Una Política de Redistribución Progresiva de los Ingresos que debe asumir la nueva realidad sociolaboral que vive la Argentina entendiendo que ya no alcanzan las viejas políticas distributivas. Solo a modo de ejemplo, el salario mínimo, vital y móvil, no solo ya no es ni vital ni móvil, sino que tampoco es siquiera mínimo. Una de cada tres personas