12 Años del Primer Convenio Colectivo de Trabajo en Santa Cruz – Un Legado de Lucha y Esperanza

Por Alejandro Garzón*

Hace doce años, en el histórico Salón Blanco de la Casa de Gobierno de Santa Cruz, tuve el orgullo en representación de la Asociación Trabajadores del Estado de ser testigo de uno de los momentos más significativos en la historia de las y los trabajadores del estado de nuestra provincia. Aquella jornada, cuando firmamos el primer Convenio Colectivo de Trabajo (CCT) para la administración pública bajo el gobierno de Daniel Peralta, no fue simplemente la rúbrica de un acuerdo; fue el triunfo de nuestra dignidad, nuestra voz y nuestro coraje como estatales que decidimos ser dueños de nuestro destino.

Este logro épico, que marcó el fin de una época en la que todo lo decidían unilateralmente los distintos gobiernos provinciales, no fue casualidad. Fue fruto de incontables marchas, huelgas, cortes de ruta, acampes fuera de la Casa de Gobierno, ocupaciones de distintos ministerios etc. que desgastaron cuerpo y alma, debates encendidos que forjaron nuestras conciencias, formación y elección de delegados donde construimos el liderazgo que hoy nos permite decir con orgullo que los derechos no se piden, se conquistan.

Nosotros, las y los trabajadores estatales organizados en ATE, comprendimos que el Convenio Colectivo de Trabajo era más que un simple documento; era la herramienta poderosa de transformación que nos permitió romper las cadenas de la arbitrariedad y democratizar las relaciones laborales. En aquellos días de lucha, supimos que, al unirnos, ganábamos algo más que derechos: ganábamos el orgullo de ser trabajadores del estado, recuperábamos nuestra autoestima, nuestra dignidad, y el reconocimiento de ser protagonistas de un nuevo tiempo.

Recordar esos días es revivir el sacrificio, la paciencia, la solidaridad y el inquebrantable compañerismo que nos permitió superar cada obstáculo. A cada paso, nos fortalecimos, aprendimos, y juntos logramos lo que parecía imposible. Hoy, muchos de los compañeros y compañeras que fueron protagonistas en esa lucha se han jubilado, y otros están en proceso de hacerlo, pero todos han dejado un legado imborrable, una herramienta que debemos defender con la misma pasión con la que la conquistamos.

A las nuevas generaciones de trabajadores del estado les digo: esto no es solo una herencia de derechos, es un mandato histórico. Defiendan el Convenio Colectivo de Trabajo, siéntanse guardianes y orgullosos de este legado, porque cada derecho que hoy disfrutamos fue ganado con el sudor y el esfuerzo de quienes nos precedieron. Que nunca olvidemos que, en esas hojas escritas hace doce años, está puesta la esperanza de un futuro más justo y la promesa de que, juntos, podemos vencer cualquier desafío.

El CCT no es solo una conquista; es un testamento de lucha, un compromiso con el presente y una promesa para el futuro. Que su historia inspire a cada trabajador y trabajadora estatal a levantar bien alto la bandera de la dignidad, sabiendo que en nuestras manos está el poder de seguir construyendo un mañana mejor para todos y todas.

«Por eso, más allá de las diferencias que puedan surgir en este tiempo político y sindical, quiero expresar mi profundo reconocimiento y felicitación a cada uno de los compañeros y compañeras que han sido fundamentales para alcanzar este triunfo histórico. Hoy, tras 12 largos años de lucha, hemos logrado lo que parecía imposible: organizar a diversos sectores de trabajo y establecer los tan esperados Convenios Colectivos de Trabajo sectoriales. Este logro es fruto del esfuerzo, la perseverancia y el convencimiento de todos y todas».

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